Es curioso cómo algunas anécdotas o situaciones que vivimos en el pasado pueden llegar a afectarnos en el futuro, en algunos casos, llegando a cambiar nuestro comportamiento por completo en ciertos momentos. Expertos psicólogos están alertando a nuestra sociedad sobre pequeños traumas que se nos quedan grabados a fuego en la memoria siendo aún niños, aunque conscientemente no los recordemos, y que luego pueden suponer un problema serio, tanto para nuestro desarrollo como para nuestro comportamiento adulto, y el motivo de que todo esto salga a la luz en este preciso momento no es otro que el bullying.
Casos de acoso escolar hay por miles en nuestro país y parece que aún estamos bastante lejos de deshacernos del problema, estamos lejos incluso de hacer bajar notablemente el porcentaje de niños que son víctimas del bullying. Sin embargo, según estos expertos, no es necesario hablar de casos reconocidos de acoso escolar porque aunque no se sufra, basta con que nuestro grupo de amigos nos haga sentir mal para que ese detalle se nos quede grabado para siempre en la retina y condicione nuestras acciones futuras.
Hace unas semanas conocí el caso de una joven, de 29 años que tenía la autoestima tan baja que había dejado de salir con sus amigos porque consideraba que siempre vestía mal, estaba fuera de lugar y no acababa de encajar en ninguna parte. Estas psicólogas en Valencia empezaron a tratarla, y aunque parecía mejorar poco a poco, no llegaban nunca al punto que desencadenó todo hasta que la doctora Leonor Fernández se dio cuenta de que tenía especial obsesión son sus gafas. Las preguntas entonces se volvieron rutinarias, intentaba escarbar en la memoria hasta dar con aquello que le provocaba tanto asco hacia su problema de vista, y lo encontró: siendo adolescente, sus mejores amigos del colegio le dijeron que se veía horrible con las gafas y que, por su bien, debería operarse la miopía cuando fuera mayor.
No sufría bullying, sus amigos siguieron siéndolo durante muchos años, y aquel comentario fue sólo uno de los muchos que fueron calando en su autoestima cuando a esa edad tan complicada (entre los 12 y los 16 años), las adolescentes intercambian consejos de belleza y opiniones que a veces dilapidan la autoestima de las demás. Sin embargo, bastó ese comentario para querer romper sus gafas, aunque sabía que no podía hacerlo porque eran caras y las necesitaba, y por eso cargó con ellas, y con las siguientes a esas, y las que vinieron después: una especie de losa pesada que nadie más notaba excepto ella.
La solución estaba al alcance de su mano
Poco tiempo después de aquel día de terapia inició un tratamiento en Centre Marsden, un centro de terapia visual que le ofreció un sistema de lentes Amiopik, un tratamiento que, además de hacerte ver con la lente como ocurre con cualquier lentilla corriente, va corrigiendo tu problema de miopía gradualmente. Esta terapia visual es muy efectiva en niños y aunque en adultos no lo es tanto, ella está encantada porque ha podido quitarse sus gafas y no piensa volver a ponérselas jamás.
¿Cómo puede algo tan insignificante como eso marcar tu vida de esa manera? Obviamente no a todo el mundo le habría afectado de igual modo, hay quien recibe insultos y reproches siendo niño y no por ello entra en una depresión constante, mientras que otros pequeños sí caen en ese bucle y no son ni mejores ni peores, sólo son ellos mismos, con sus defectos y sus virtudes. A nadie le afecta los problemas del mismo modo que a los demás porque, por suerte, todos somos diferentes y únicos.